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Terapias “alternativas” y charlatanerías varias


Por Mauricio Aspé, Psicólogo.

Creo que todos estamos de acuerdo en que la ciencia tradicional no tiene las respuestas para todo. Esto corre tanto para preguntas a cuestiones relevantísimas, pero de interés “oscuramente” teórico, como para asuntos de interés más práctico e inmediato, como la cura de enfermedades. Por su importancia social, no es de extrañar que las últimas resulten más relevantes para la población general.

Ya lo decía Newton: “Lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano”. Más aún, desde la neurobiología (con trabajos como los de Humberto Maturana y Francisco Varela) sabemos que nuestro sistema nervioso construye realidades. Al menos en el caso de los humanos, estas realidades construidas son intersubjetivas [1]; o sea, no se construyen individualmente, sino en la interacción de diferentes individuos. Ahora, afirmar por esto que toda realidad u opinión es igualmente válida, es una arrogancia que puede ser peligrosa. En una sociedad medianamente compleja, todos los actores aportamos con un grano de arena, desde nuestras motivaciones, talentos y especialidades, a obtener e implementar soluciones para las necesidades que como humanidad enfrentamos. Pero que todos tengamos experticias distintas no significa que todos seamos expertos en todo ni que nuestra experticia sea incuestionable.

Einstein afirmaba: “Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas”. Planteado al revés: “Hay temas en los que algunos somos menos ignorantes que otros”. Ciertamente la ciencia puede, junto a otros actores, aportar de un modo muy útil en muchos de estos temas. En la presente opinión, quiero referirme al status de charlatanería de muchas de las denominadas “terapias alternativas”, y a la culpa que los científicos tenemos al respecto. Expondré mi opinión tomando como ejemplo la afirmación de que “las emociones inciden en nuestras enfermedades”.

Sabemos, a partir de numerosos estudios, que las emociones inciden en nuestros cuerpos (lo que no es descabellado si dejamos de pensar en mente y cuerpo como entidades separadas e irreconciliables: de hecho, las emociones son indisociables de su correlato fisiológico [2]).

La hipótesis de que las emociones pueden facilitar o prevenir enfermedades es una hipótesis plausible y atractiva, y existen muchos científicos serios trabajando en ello.

El problema está cuando aparecen ciertos “especialistas” que llegan al punto de cobrar por un tratamiento que ellos afirman cura una enfermedad, a partir de esta asociación vaga (“las emociones inciden en nuestros cuerpos, por tanto te vendo una cura para tu enfermedad”). Este camino, que nos convierte de “ignorantes honestos” a charlatanes, tiene varios pasos, que podría resumir así:

Pregrado en charlatanería

Cuando digo “dado que las emociones inciden en nuestros cuerpos” (nótese ya algo raro, dado que las emociones son parte de nuestro cuerpo), “entonces, yo sé que la emoción (específica) E causa el trastorno (específico) T”. Ya no estamos reconociendo el océano de ignorancia, y podemos llegar a afirmaciones del tipo “el odio causa cáncer” o, peor aún, algo como que el cáncer en los niños es el reflejo del odio de sus padres [3]. La frase, además de peligrosa, es singularmente descorazonada.

Magíster en charlatanería

Yo no sólo sé que la emoción E causa el trastorno T, sino que también conozco el mecanismo M que hace que E cause T. Aquí no sólo estamos dejando de reconocer que ignoramos el océano, sino que además estamos afirmando cosas, arrogantemente, respecto al océano que ignoramos.

Doctor en charlatanería

No sólo conozco el mecanismo M que provoca que E cause T, sino que también sé cómo curar la enfermedad T con el procedimiento P. Ahora tengo el poder de curación, un nuevo nivel de arrogancia sobre el océano que ignoramos.

Doctor honoris causa en charlatanería

Este es el paso final: te vendo el tratamiento. Los seminarios sobre “activación cuántica de la glándula pineal” (sic) cuestan, aproximadamente, $150.000. En marzo de este año el bullado Dr. Soto tenía agotadas sus horas de atención médica para todo el 2017. Como anécdota, una vez llame a uno de estos seminarios, diciendo que era un trabajador de escasos recursos que estaba interesado en inscribirme, pero quería saber primero en qué consistía la “activación cuántica”, porque me interesaba ese tema. Créanme que la respuesta, además de petulante (les dije que trabajaba en una actividad generalmente asociada con bajo nivel educacional), no mostraba el más mínimo conocimiento sobre mecánica cuántica. Inmediatamente recordé a Richard Feynman, Nobel de física, uno de los eminentes en este tema: “Si usted piensa que entiende la mecánica cuántica… entonces usted no entiende la mecánica cuántica”. Pero créame que el asunto puede ser aún peor:

Algunos de estos charlatanes incitan a la gente a abandonar los tratamientos convencionales.

Ahora, usted se preguntará: ¿Por qué la culpa es de nosotros, los científicos? Es nuestra culpa porque esta situación difícilmente cambiará en la medida en que construyamos muros entre nosotros, con nuestro metódico, pero acotado conocimiento, y el resto de la población. Y nosotros hemos cooperado en levantar estos muros cuando incurrimos en (al menos) dos errores: uno es el cientificismo [4] y, el otro, los vicios presentes en el sistema bajo el cual hacemos ciencia; vicios contra los cuales no hemos luchado con el suficiente vigor.

Pecamos de cientificismo cada vez que, por ejemplo, descartamos a priori intuiciones que pueden ser bastante válidas (y muchas veces muy imaginativas) porque pensamos que la realidad se reduce a nuestro campo de especialización. Si no hay una publicación indexada “demostrando” la existencia del fenómeno, entonces el fenómeno no existe. Pensar así, si aplicamos rigor lógico, es absurdo.

El mundo es algo mucho más rico que lo publicado en las revistas científicas. Casos vergonzosos han ocurrido donde negamos la existencia de algo o abusamos de la acusación de “teoría de la conspiración” y luego se destapa que el azúcar sí tiene efectos nocivos [5-7], que sí hay una relación entre tabaco y cáncer [8-10], o que sí existe intervención de la industria farmacéutica en la investigación científica [11-14], mientras negábamos estos fenómenos porque “no existe un paperpublicado que lo demuestre” (o, peor aún, porque nuestros papers afirmaban que esto no ocurría [5-14]). Quizá un caso ejemplar es el de la economía: creo que el resto de la población percibe, con justa razón, que la actividad de los economistas parece ser “más la de porristas de los negocios y las finanzas que la de un médico del funcionamiento económico de la sociedad”[15]. Estos casos nos ponen en el mismo status que el de los charlatanes que tanto criticamos.

En cuanto a los vicios contra los que no luchamos con el suficiente vigor, la ciencia, al menos en Chile, parece ser más “una actividad de interés privado subsidiada por el Estado, es decir, con recursos de toda la sociedad” [16], que una actividad orientada con algún sentido de impacto social. Recordemos que la ciencia se financia, en buena medida, con fondos públicos. Más aún: la ciencia no es individual, sino esencialmente social. Newton vislumbró sus descubrimientos parado “sobre hombros de gigantes”; esto es, sobre un montón de conocimientos desarrollados por la comunidad humana que lo antecedió.

Por otra parte, en la actualidad trabajamos bajo un esquema de incentivos orientado casi exclusivamente a la publicación de papers en revistas indexadas. Está bien, el científico debe comunicar a sus pares, bajo los más rigurosos estándares técnicos, las investigaciones con que aporta al conocimiento humano. Pero tanto contenido ultra específico y aislado conlleva, paradójicamente, a que a veces la ciencia pierda contenido. ¿Cómo esperar que la población general profundice sus conocimientos científicos si el producto final de nuestro trabajo queda expresado, casi exclusivamente, en un lenguaje que a veces ni nosotros mismos entendemos?¿Cómo esperamos acercar a la población si, en el fondo, lo que estamos haciendo es armar un muro y, estando arriba, patear la escalera?

En conclusión, aislados, cientificistas, produciendo exclusivamente para una publicación que nadie entenderá, para sobrevivir en condiciones que no hemos sido capaces de cambiar. Actuando así, ¿Cómo esperamos que la gente se nos acerque y nos considere actores importantes? ¿O que apoye que haya más presupuesto para ciencia? ¿Cómo esperamos que considere que el estatus epistemológico del conocimiento científico es superior al del charlatán de turno, cercano, empático, que habla en un lenguaje comprensible?

Ok. Exageré. Evidentemente, no toda la culpa es de los científicos. Pero comencemos por asumir nuestra parte.
Referencias y links de interés:

[1] https://introduccionlenguaje2010.files.wordpress.com/2010/10/varela-francisco-conocer.pdf

[2] https://www.youtube.com/watch?v=uefD0Tydc9Q&t=14s

[3] http://www.eldinamo.cl/tendencias/2017/04/04/doctor-de-canal-13-ahora-dice-que-los-ninos-pueden-tener-cancer-por-que-son-espejos-de-sus-papas/

[4] https://es.wikipedia.org/wiki/Cientificismo

[5] https://www.nytimes.com/es/2016/09/14/como-la-industria-del-azucar-logro-manipular-la-ciencia-de-la-nutricion/

[6] http://jamanetwork.com/journals/jamainternalmedicine/article-abstract/2548255

[7] https://www.nytimes.com/es/2015/08/20/coca-cola-financia-a-cientificos-que-buscan-explicaciones-alternativas-para-la-obesidad/

[8] http://www.elmundo.es/elmundosalud/2005/01/14/tabaco/1105703563.html

[9] http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0140673600020985

[10] http://ajph.aphapublications.org/doi/abs/10.2105/AJPH.2004.061507

[11] https://www.scientificamerican.com/espanol/noticias/muchos-estudios-de-antidepresivos-estan-contaminados-por-la-influencia-de-la-industria-farmaceutica/

[12] http://www.jclinepi.com/article/S0895-4356%2815%2900429-1/abstract

[13] http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1137-66272005000100001

[14] http://journals.plos.org/plosmedicine/article?id=10.1371/journal.pmed.0040286

[15] http://sttpml.org/wp-content/uploads/2014/08/capitalism-and-its-economics-a-critical-history-douglas-dowd.pdf pp xii

[16] http://ciperchile.cl/2016/12/19/ciencia-sin-alma-la-impronta-neoliberal-en-la-investigacion-cientifica-chilena/

Por Mauricio Aspé

Psicólogo. Doctor en Ciencias, mención Neurociencia en la Universidad de Valparaíso. Investigador de la División de Neurociencia Social de la Comunidad de Investigación de la Cooperativa "La Tejedora". Su área de especialización es la neurobiología de la toma de decisiones económicas humanas, con especial énfasis en conductas prosociales y preferencias institucionales endógenas.

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