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Foto del escritorCota García

La Dictadura del Pensamiento Positivo


Los pensamientos negativos nos producen rechazo e incomodidad.

Los evitamos, los miramos con recelo, los diagnosticamos, los medicamos o tapamos con distracciones (fútbol, trago, aventuras sexuales, todo sirve). Van en contra del mantra social imperante de créete el cuento, mira el vaso medio vacío, pon de tu parte y tira p'arriba.

Pero no nos conviene tener como tabú o síntomas psiquiátricos estos “pensamientos o emociones negativas”. Necesitamos escuchar su mensaje. No basta con ignorarlos y pensar positivo.

Nuestra sociedad patologiza el sufrimiento y está obsesionada con el logro

Nuestra sociedad patologiza, medicaliza o niega el sufrimiento humano normal. Estamos obsesionados con el creernos el cuento, con el just do it y con el pensamiento positivo; nos asusta la muerte, la pena, el fracaso, el miedo y el no puedo con esto.

Libros como El secreto se venden por millones, la psicología positiva nos dice que debemos tener 3 emociones positivas por cada negativa, y en Chile ya dejamos el estereotipo del “chilenito”. Hoy nos creemos el cuento. En el fútbol nos sorprende que la selección chilena pierda o empate un partido; en el colegio nos enfrentamos a nuestros profesores y directores sin agachar el moño; los políticos nos dicen que debemos “avanzar sin renunciar”; los bancos nos dicen que no debemos preocuparnos por el futuro y pedir un crédito YA (total en marzo nos saltamos el pago de la cuota); y la industria de la droga legal nos bombardea de imágenes de que las penas se pasan con cerveza o pisco.

Pero toda esta cultura hipomaníaca tiene su lado B escondido también. Somos campeones en venta de antidepresivos y ansiolíticos, tenemos una tasa enorme de abuso de alcohol, y cada día llegan más pacientes a la consulta con problemas de autoestima o sentimientos de vacío.

Justo cuando estaba escribiendo este posteo leí un reportaje sobre los últimos días de Eduardo Bonvallet antes de su suicidio. No quería verse como un viejo patético y fracasado, le daba miedo quedarse en la quiebra (gastaba millones en los colegios más caros para sus hijos y se alojaba en una suite de hotel) y sentía terror de que el público viera que estaba perdiendo sus dientes como secuela del cáncer. El mayor exponente de la filosofía de creenos el cuento, de que somos los campeones del mundo, de que podemos hacerlo todo, termina colgándose con un cinturón en su pieza de hotel. ¿Será coincidencia?

Esta patologización de los sentimientos y pensamientos “negativos” funciona como una verdadera dictadura cultural e intrapsíquica.

Hay algunas actitudes permitidas: - Creerme el mejor o capaz de todo lo que me proponga - “Just do it” - Seguir esforzándose y peleándola - Mirar el vaso medio lleno - Decirme que todo va a resultar bien - Ser autónomo

… y otras prohibidas:

- Tener miedo - Pensar en la muerte - Renunciar a una meta - Pensar que no soy tan bueno y mejor me dedico a otra cosa - Enfrentar la posibilidad de fracaso - Depender o necesitar de otros

Esta dictadura está tan metida en nuestra cultura que no nos damos cuenta cómo somos parte de lo mismo. Todos los días reforzamos estas prohibiciones y tabúes. Cuando disputamos las creencias irracionales de un paciente depresivo, cuando alguien siente dolor y le decimos que piense en algo lindo, cuando tiramos p’arriba a un enfermo diciéndole que se va a mejorar, cuando alguien está preocupado por el futuro y le decimos que todo saldrá bien, cuando alguien nos pregunta cómo estamos y decimos “bien” aunque estemos mal. Pequeñas cosas cotidianas, buena onda, inofensivas.

Pero estas prohibiciones y tabúes tienen importantes consecuencias.

¿Por qué son importantes el pensamiento y las emociones “negativas”?

Debemos terminar con esta relación opresiva, despótica, con esta dictadura interna. Tal como se muestra en la película “Intensamente”, la parte feliz de nuestra psique no puede desterrar a todos los que suenan la voz de alerta o muestran signos de tristeza o preocupación.

¿Por qué? ¿De qué sirve? Explicaré 3 consecuencias negátivas de la dictadura del pensamiento positivo:

1. Nos desvitalizamos

Pensamos que cuando negamos o evitamos el dolor sólo extirpamos lo “malo” de nuestra vida, pero no es así. Al desconectarnos de nuestro dolor también perdemos la capacidad de sentir en general, y de disfrutar. Nos desconectamos de nuestro cuerpo, de nuestras emociones, de nuestro entorno. Nos apagamos, dejamos de vibrar y sentir lo que ocurre en nuestra vida, y ésta se vuelve plana y sin sentido. Puede que dejemos de sentir dolor, pero la vida es mucho más que sólo dejar de sentir dolor.

Un ejemplo clarísimo de esto lo he vivido en los dos grupos terapéuticos en que he participado (uno gestáltico y el otro con inspiración del maestro hindú Osho): en ambos sacamos a la luz lo más oscuro, doloroso, vergonzoso y difícil de nuestra vida con varios extraños. Ambos fueron dolorosos, pero al mismo tiempo en ambos me sentí profundamente vivo, vital y pleno.

Y también he vivido lo opuesto: periodos en que lo he pasado mal pero he ignorado o evitado conectarme con ese dolor (especialmente mostrarlo). Estos han sido de los puntos más bajos y tristes de mi vida, con una pseudo apatía, abulia y ansiedad soterrada, planos emocionalmente y faltos de sentido.

2. Nos volvemos extremadamente frágiles

Al contrario de lo que se podría pensar, con la dictadura del pensamiento positivo nos hacemos más vulnerables, porque se vuelve imprescindible estar siempre bien, ser exitosos, capaces, etc. Entonces, cuando tenemos un inevitable traspié, fracaso o dolor, nos aterroriza y angustia porque no calza con nuestra visión de nosotros, no está permitido.

Esto se ha visto mucho con el culto a la autoestima. Los últimos años se han acumulado estudios y reflexiones que nos muestran que el inflar el autoestima nos hace extremadamente vulnerables ante un fracaso, generando depresión y abandono de proyectos rápidamente.

Tal como se explica en este artículo, cuando tratamos de ser positivos y nos damos ánimo (“tú puedes, eres el mejor, eres súper inteligente, puedes hacer todo lo que te propongas”), también hacemos que nuestra identidad y valor propio dependan del cumplir con esta imagen exitosa de nosotros mismos. Hacemos crecer nuestro Ego y lo volvemos más vulnerable a cualquier evidencia de no ser tan bacán. E incluso, esto nos paraliza y hace temer incluso intentarlo, por el terror que nos genera la posibilidad de fracaso.

Si aceptamos nuestros fracasos, dificultades y emociones dolorosas como parte de nuestra experiencia, sin esperar ser el mejor o tener siempre éxito, la situación es distinta. No nos volvemos flojos y mediocres, sino que surge nuestra fortaleza: somos capaces de caernos y levantarnos (porque no le tenemos miedo al caer), transmitimos tranquilidad y confianza (porque no estamos ocultando algo, con miedo de que los demás vean tras la fachada de éxito). En fin, somos más resilientes y transmitimos un aura de seguridad verdadera, no sólo una máscara.

3. Perdemos Autoregulación, aumenta la angustia y somatización

Pensemos en nuestras necesidades básicas de supervivencia. Si no siento hambre, ¿cómo puedo saber si necesito comer? Si no siento sueño, ¿cómo puedo saber si necesito dormir? Ahora llevémoslo a las necesidades socio-emocionales: Si no siento rabia, ¿cómo sé si necesito poner límites? Si no siento miedo, ¿cómo sé si necesito protegerme o prevenir un peligro? Si no siento pena, ¿cómo saber si necesito consuelo y apoyo?.

Si no nos conectamos con nuestras emociones “negativas” o displacenteras, perdemos la capacidad de conducir nuestra propia vida. Es como ir en auto sin saber la velocidad que llevamos, cuánta gasolina queda en el estanque o cuán caliente está el motor. En terapia Gestalt una de las metas principales de todo proceso terapéutico es empoderar al sujeto con su propia capacidad de auto-regulación, para que pueda hacerse cargo de su vida. Esto implica tomar consciencia de las emociones y saber escuchar su mensaje.

Recuerdo periodos de mi vida en que he estado muy desconectado de la rabia, la pena y el miedo. Y reflexionando hacia atrás me doy cuenta de que, ¡oh sorpresa!, en esos periodos no he puesto límites bien, no he pedido apoyo, y me he expuesto innecesariamente al peligro.

Esto es porque nuestras emociones “negativas” cumplen una función de supervivencia esencial, y el no sentirlas no hace que desaparezcan los problemas. Sólo hace que no nos demos cuenta de ellos y no tomemos las acciones necesarias para resolverlos. Y en vez de desaparecer, esas emociones “negativas” se transforman en angustia o síntomas somáticos (ej: cefalea, problemas de colon, etc.).

Entonces, en vez de sentir una emoción displacentera pero comprensible y que me puede dar un mensaje útil (ver próximo apartado), tengo una vaga sensación de angustia, o múltiples malestares físicos. Y éstos síntomas no dan un mensaje tan claro como las emociones.

En el siguiente apartado me detendré a explicar cuál es el mensaje que transmiten las emociones “displacenteras”.

El mensaje de las emociones “negativas”

Nuestras emociones son señales del organismo, que nos orientan hacia la acción. Nos dicen qué nos ocurre y qué debemos hacer para estar bien. También tienen una función comunicativa, o sea, dan un mensaje a los demás (por ejemplo, la pena transmite a los demás que necesito apoyo o consuelo). Entonces, si evitamos, medicamos, negamos o adormecemos con drogas nuestras emociones “displacenteras” nos privamos de estos mensajes.

OK, pero cuál es el mensaje de las emociones? Para facilitar su comprensión, a continuación hay una lista de estados emocionales, con sus necesidades asociadas y una situación de ejemplo:

Dolor o sufrimiento. Necesidad asociada: de confort y ayuda. Ejemplo: Tienes que resolver un problema y no sabes bien cómo hacerlo, lo cual te está afectando mucho y necesitas apoyo o ayuda. Soledad. Necesidad asociada: de conexión, compañía y apoyo del resto. Ejemplo: Te sientes solo porque recientemente terminaste una relación de pareja importante, y necesitas compañía. Rabia. Necesidad asociada: defenderse y poner límites. Ejemplo: Te sientes pasado a llevar o que alguien puede aprovecharse de ti, y eso te molesta. Miedo. Necesidad asociada: Protegerse ante el peligro. Ejemplo: Tienes una presentación laboral importante y te sientes ansioso, con miedo a que algo salga mal y pierdas tu trabajo. Vergüenza. Necesidad asociada: ser validado y aceptado en el grupo. Ejemplo: Cometiste un error y notas la desaprobación del resto, sientes vergüenza y ganas de esconderte o volver a ser bien visto por los demás. Asco. Necesidad asociada: rechazar algo que es dañino o me hace mal. Ejemplo: Hay una persona que te parece tóxica y sientes ganas de alejarte lo más posible de ella. Desesperanza. Necesidad asociada: de renunciar a una meta imposible que me quita energía. Ejemplo: Parece que no lograrás algo importante, y por lo que has luchado. Piensas “tirar la toalla” y asumir que no ocurrirá, re-enfocando tu energía hacia otra meta. Culpa. Necesidad asociada: reparar un error o el daño hecho a otra persona valorada. Ejemplo: Cometiste un error, dañaste a alguien y sientes culpa con ganas de pedir perdón y reparar el daño. Cansancio. Necesidad asociada: reposo y descanso, no hacer ni pensar. Ejemplo: Haz hecho mucho y tienes cansancio, no tienes más energía y requieres descansar en vez de seguir haciendo cosas.

Como podemos ver, todas las emociones “negativas” tienen un mensaje importante para nuestra supervivencia y bienestar. Y cuando me permito sentirlas y dejo de evitarlas o esconderlas, ese mensaje resuena más claramente, y nos orienta para solucionar nuestros problemas.

Finalmente, muchas personas en terapia tienen miedo de que si se permiten sentir estas emociones, se quedarán pegados en ellas. Por ejemplo, si se permiten sentir la rabia, se volverán personas agresivas y no podrán controlarla; o si se conectan con la pena, se deprimirán. Esto es lo contrario de lo que ocurre. Cuando aceptamos, tomamos consciencia y escuchamos nuestros sentimientos “negativos”, baja la impulsividad y aumenta el bienestar.

¿Para qué sirve el pensamiento positivo?

1. El pensamiento positivo sirve cuando:

Sirve cuando nos enseña a apreciar y atender las cosas buenas que ya tenemos y valoramos. Todo lo que se ha investigado sobre la gratitud cabe acá, y en Ceres lo hemos hablado también. Sirve cuando refuerza algo positivo, sin negar o contradecir algo negativo. Por ejemplo, si alguien está contento por un logro y se lo refuerzo, se alegrará más. En cambio, si alguien vive una experiencia como un fracaso y yo le digo que “nada que ver, que no fue tan malo, que no sea malagradecido”, está el peligro de que se sienta incomprendido y rechazado, y se bajonee más por ser tan pesimista y no poder recibir las felicitaciones. Sirve cuando la persona que lo usa o recibe tiene una base de optimismo y confianza en el mundo. Si la persona es más bien pesimista o tiene baja autoestima, no le servirá o lo bajoneará más. Sirve cuando las situaciones efectivamente no son peligrosas. Esto es evidente: si tengo miedo y alguien me dice “dale no más, no va a pasar nada”, y en realidad no hay peligro, fue un buen consejo. Pero si era peligroso y tengo un accidente, no fue un buen consejo porque mi miedo era justificado y adaptativo.

2. El pensamiento positivo NO sirve cuando:

No sirve cuando trato de animar a otra persona que está en un estado “negativo”, porque se vuelve argumentativo. Entonces la persona que quiero animar me experimenta como un enemigo que lo critica más que ayuda. No sirve cuando lo quiero usar para dejar de sentir o pensar cosas “malas”. Ya lo hemos visto, el aceptar los sentimientos y pensamientos negativos es mejor que luchar contra ellos. No sirve cuando es aplicado por personas con baja autoestima. Tal como mencionamos más arriba, se ha visto que las visualizaciones o verbalizaciones positivas son contraproducentes con personas con baja autoestima, porque no se lo creen, se sienten ridículos auto-engañándose, y se bajonean más porque no les resulta, atribuyéndolo a su pesimismo y amargura. Hay situaciones peligrosas y me conviene estar preparado para enfrentarlas, más que pensar que todo saldrá bien.

Conclusión: Qué hacer entonces?

Sabemos que combatir la negatividad con optimismo es ineficiente. Genera una discusión, es argumentativo y hace sentir no escuchado y validado al otro.

El tener buena autoestima y funcionar a base de halagos y alabanzas no resulta. Genera temor al fracaso e infla el Ego, haciéndolo vulnerable.

¿Cuál es la solución? ¿Existe una alternativa que no sea caer en un neo nihilismo?

Autocompasión y liberación del ego en vez de buscar tener autoestima alta. Aceptación incondicional en vez de consejos y retos por estar mal. Visualización negativa en vez de evitar pensar en el fracaso. Conectarse y procesar las emociones “negativas” en vez de evitarlas o medicarlas. Transparencia y asumir vulnerabilidad en vez de transmitir una imagen.

En resumidas cuentas, la alternativa tiene que ver con la aceptación y el permiso para ser y sentir. Permiso para no ser el mejor, para fracasar, para equivocarme, para no estar de buen humor, para necesitar cariño…

Por Pablo Herrera S., para Ceres Desarrollo Humano.

(Para leer el artículo completo pincha en la imagen)

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